Los nuevos juguetes – Isabel Tamayo

La guardería intergaláctica para la que trabajaba Nova32, servía como criadero de muchas especies interplanetarias dentro de la jurisdicción de la confederación. Pero a diferencia de los bebés adorables que se conocían dentro de los confines de la galaxia, estos eran monstruosos. En especial los que Nova32 tenía la obligación de vigilar. Los niños, si es que se los podía llamar así, eran de cuerpo gelatinoso, sus extremidades superiores eran dos tentáculos grandes y peligrosos; las inferiores eran dos bloques de grasa gordos y fofos. Como bebes e infantes eran torpes y graciosos, pero de adultos eran los mejores guerreros de toda la confederación, brutos, letales y pendencieros. Ideales para servir como primera línea de los ejércitos.

Nova32 era una unidad gris, con grandes ojos negros, carecía de extremidades superiores, pero no las necesitaba porque sobre su cabeza se extendían 20 filamentos cartilaginosos que cumplían la misma función, sus extremidades inferiores eran 8 potentes pedúnculos que la sujetaban a cualquier superficie. Sin embargo, su entrenamiento la hacía un agente veloz, peligrosa y letal. Su labor como vigilante la obligaba a intervenir únicamente cuando otras unidades grises, que ejercían como las matronas y niñeras, no podrían controlar a los niños. Por ello siempre se mantenía inmutable en los pasillos sobre la sala de juegos. Y en esta fecha, el aniversario del fin del ciclo galáctico era la peor de todas. Los regalos que los padres mandaban a sus hijos eran abominables, en especial los paquetes que recibía Solara, hija del general del ejército de la confederación galáctica.

El paquete que recibió Solara era una caja de metal demasiado grande, los tentáculos de la niña se fijaban a los bordes de la caja como los antiguos Kraken a los barcos como decía esa mitología humana que la Matrona le contaba cuando era una unidad inferior. Nova32 estaba obligada a vigilar a todos los niños, pero sus ojos negros siempre terminaban en Solara. El paquete se rompió bajo los tentáculos de la niña, dentro de ella había una nave espacial pequeña con tripulantes incluidos.

Nova32 vio el pandemónium. Solara tomó la nave y la arrojó a la pared rompiendo la estructura dorsal de la misma, una de las ventosas de su tentáculo izquierdo se pegó a la puerta del comportamiento y forzó a que se abriera. El tentáculo derecho sacó a los dos tripulantes, los ojos negros de Nova32 divisaron que eran unidades femeninas. Solara empezó a jugar con las nuevas adquisiciones. Los dos tentáculos subían y bajaban a las tripulantes de manera violenta; la que se encontraba en el tentáculo izquierdo regresó de vuelta a la nave la cual fue levantada y arrojada una y otra vez hacia la pared. La restante fue desnudada y examinada por esos tentáculos que se introdujeron por cada orificio del cuerpo del juguete. Y a la vez arrojada arriba y abajo, derecha e izquierda, golpeada, descuartizada, y para terminar decapitada. Nova32 cerró los ojos unas milésimas de segundo para evitar ver ese horror. Aunque en el informe diría que se hidrataba sus orbes negruzcos. Cuando los abrió Solara se había aburrido ya, y era conducida a la cámara de hibernación junto con los demás niños.

Su trabajo oficialmente había terminado, al menos por este ciclo estelar. Las luces y cámaras se apagaron y los demás vigilantes se apresuraban a descender por las compuertas hacia sus naves para regresar a sus respectivos hogares. Pero a diferencia de sus compañeros no abandonó la sala de inmediato. Descendió al cuarto de juegos, y caminó esquivando los despojos de los juguetes que quedaron tirados. Le dio escalofríos, arcadas y asco de verlos. Recordaba lo que su antigua Matrona, aquella vieja unidad gris, le repetía una y otra vez.

<<Cuida de tus juguetes, no los maltrates, las cosas están hechas para jugar no destruir, respeta tus cosas y a ti misma>>.

Llegó al lugar dónde descansaban los juguetes de Solara. La tripulante sin cabeza yacía en el medio del suelo. El líquido rojo que manchaba el mismo le hizo recordar la verdad contada por la Matrona hace mucho tiempo atrás. Esperaba que al menos la tripulante no hubiera sentido mucho dolor durante el juego. Se acercó a la nave, si tenía suerte tal vez pudiera recuperar el juguete. Extendió uno de sus filamentos, el más delicado que tenía, escudriñó el interior hasta que la sintió, aún llevaba el casco y su cuerpo no estaba tan abollado como pensó.

Nova32 la envolvió en su filamento y la extrajo de la nave con el mayor de los cuidados y le sonrió tal como la Matrona le había enseñado, hace tantos ciclos galácticos atrás cuando esa unidad le mostró su propia colección de muñecas.

—Ya estás a salvo.

La tripulante con sangre en el rostro y sin poder sentir su cuerpo derramó lágrimas de alivio al ver que uno de los monstruos que la habían capturado la sonreía con empatía. La muñeca sobreviviente lloró en silencio cuando entendió que la criatura gris gigantesca la guardaba con cuidado y cariño en uno de sus bolsillos y se la llevaba consigo. Continuó llorando hasta que perdió el conocimiento.

Despertó en una habitación blanca y un ser más viejo le sonreía lastimeramente desde un extremo de la cama.

—No puedo creer que sigan mandando personas.

—¿Dónde estoy? ¿quién es usted?

—Estas en la casa de muñecas.

Nova32 veía con cuidado por uno de los cristales del hábitat que había creado para mantener a estos juguetes en mejores condiciones. Eran bastante entretenidos en cuanto la paralización cesaba, sonrió nuevamente y se dirigió hacia su mesa de trabajo, tenía que agregar un nuevo dormitorio para esta nueva adquisición. Ya estaba listo el aparato de sueño, la estancia de cambio de piel y aún le faltaba la de limpieza, pero al momento solo le interesaba pensar de qué color pintaría el letrero de identidad de esta nueva muñeca. Después de mucho pensar, decidió que este nombre quedaba con magenta, así que tomó un pincel y pintó el nombre en el letrero: Aurora.

—Tengo que contactar con la tierra, debo decirles que…

—Créeme que los que estamos aquí ya lo hemos hecho, pero al parecer no lo entienden. Mientras quieran seguir explorando agujeros de gusano más oportunidades tienen estas criaturas para divertirse a nuestra costa.

—¿Y ella?

—No te preocupes ella es buena, se parece mucho a un humano compasivo. Vivirás bien aquí, yo llevo 25 años y no tengo quejas.


Isabel Tamayo

Bióloga y Máster en Comunicación Social en la Investigación Científica por la Universidad Internacional de Valencia. Devoradora de libros, cómics, mangas y anime. Ha publicado cuentos en las Antologías Los que vendrán (2018), Los que vendrán (2019), Perseidas (2020), la cual está dedicada a la ciencia ficción; y en la revista digital feminista La Coyol.

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