AA – Daniel Pezzi Gorriarán

Sea cual sea la adicción —y la mía no es diferente—, al margen de intervenir en ellas, muchísimos factores y sutilezas que vienen al caso, son vistos como si fuesen solo problemas de conducta. Pero está la otra parte, la oculta, y de la que no queremos deshacernos. En realidad, uno busca  ayuda para alcanzar el autocontrol frente a una adicción que, inocentemente, produce dopamina, la droga de la felicidad. Por eso siempre sentí aversión por los sitios de ayuda. Me ponen frente al espejo de lo que no quiero ver. 

Ha pasado un mes desde su muerte. Me había comprometido con Mabel a participar en un último encuentro, pero no deseo estar aquí. Odio a esta gente. Son tremendamente predecibles. En muchas formas, igual a mí. Al presentarte al grupo decís tu nombre y contás tu historia. Hoy no hay nadie nuevo. Somos los mismos locos, viejos conocidos, así que pasamos a mirarnos. Es un ejercicio de intensidad… un pugilato silencioso hasta que alguien rompe el silencio, por aburrimiento o desesperación. Así se va calentando el ambiente y surgen cosas interesantes.

La ronda arrancó a mi derecha. María, como un muñeco de resorte, saltó de su silla con la intención de decirlo todo… pero se quedó muda, ahí, parada… como arrepentida de lo que iba a contar. Lleva seis años y dos meses en terapia. Actualiza el estúpido dato cada vez. La miramos impacientes esperando no sé qué. Por fin, contó que a la salida de la última sesión, nuestro compañero Joaquín (presente en la sala) la invitó a tomar unos tragos. Ella aceptó. Pasaron un buen rato juntos, charlando y bebiendo, compartiendo sus atrocidades y algo de merca que se consigue en los suburbios… y luego, cuando estaban llegando al departamento de Joaquín… la quiso violar. Ella de alguna forma se zafó. Huyó angustiada, corrió hasta perderse en ese barrio desconocido… después sucedió otra cosa no prevista en su agenda social… se le cruzó un pendejo en bicicleta… de noche, en medio de la nada. Perdió el control, pero no el tiempo, y se desquitó degollándolo.

Como les decía, perder control es lo más fácil. María durante su “tratamiento”, lo ha perdido quince veces, lo que equivale a quince estrellas acumuladas. Y, por lo que contó, dieciséis. Joaquín no esperó un segundo para aclarar su punto de vista:

—¡Puta! Sos una puta, cagona y ortiba. Cuando llega la hora de la milanesa, arrugás… ¡vieja puta!

—Largá loco de mierda… ¡Gordo gil! Te dije que pararas… Tendría que haberte matado a vos, en lugar de a ese pobre pendejo… ¿Quién te dio permiso de meterme mano, pelotudo? —Cuando estaban a punto de irse a las manos, Homero se interpuso y los separó. Homero es nuestro coach (por así decirlo).

El repudio del grupo fue unánime. A Joaquín por reincidente y a María por ser un desastre. Se les recordó, sin excepción, que no se permiten las relaciones personales… Joaquín calló y María hizo otro tanto. Yo también cerré la boca, porque creo que es bueno romper reglas. Para eso están.

Para disipar lo denso del ambiente, saqué un par de botellas de vino de mi morral. Todos voltearon hacia mí.

—Después de todo —dije—  hoy es una fecha especial… —Se escuchó una bulla de fondo.

En aquella silla vacía se sentaba Mabel. La compañera que se suicidó. O por lo menos, es lo que ellos creen. Una hermosa niña de quince años… con apenas cinco meses en el grupo y dos estrellas.  Lo repito, estoy aquí por ella.

Homero sugirió hacer algo en su memoria a un mes de su muerte. Estuvimos de acuerdo. Una especie de ágape funerario.  Joaquín puso sobre la mesita unas empanadas… Homero sacó vasos, hielo y colocó algunas servilletas. Micaela trajo lo que parecen ser dedos de mozzarella. María y los Rumanos, no se qué. Descorché los Chateau Latour del 71… para que respirasen y dieran lo mejor de su buqué.

El clima de peleas y rencores amainó. Cada uno volvió a su silla. Entre copas de vino y empanadas,  parecía todo calma… Micaela decidida a poner los dedos en la llaga, le pidió a Joaquín que se quitara la máscara y confesara su secreto. Joaquín miró a Micaela con ganas de asesinarla.

—¿Qué soy yo, el felpudo donde se limpian la mierda?… Por qué no se van todos al carajo…

Joaquín, un gordo barrigón como de treinta años… pelado, desprolijo… la jugaba de buena gente, pero era una basura humana. Llevaba una cruz tatuada en cada mejilla y otra, en el tercer ojo. Verlo de frente te impresionaba. Parecía una araña peluda. Tenía veinte estrellas… Cero autocontrol… Y las tres cruces, representaban a sus tres hijas muertas.

Todos nos hacíamos la misma pregunta respecto de lo de “la máscara” que había preguntado Micaela. Pero María, caliente con él, se adelantó y tomó la voz del grupo.

—Joaquín es un tarado… eso lo sabemos… ¿de qué máscara hablás? —Micaela, una tilinga “dark” con piercings igual a un arbolito de navidad, ni le respondió. Así que María, volvió y le pidió que confesara—: Dale papanatas… contá el bardo que tenés en esa cabezota, estúpida y podrida… ¡puto!

—Basta de insultos… —reclamó Homero.

Nos calmamos todos. Yo llevo un año en terapia y cincuenta de adicto. Miento en las sesiones. No me avergüenza… ni me enorgullece. No me extrañaría que Joaquín se haya guardado su mejor secreto, por miedo… o espanto de sí mismo. 

Decidí avanzar y llené las copas. Cada quien con la suya, en silencio, brindamos por Mabel. 

Los rumanos se interesaron por el secreto de Joaquín. Ellos comparten uno bien groso. Sienten placer fisgoneando al otro durante sus actos perversos.

Con muy poco de griego —apenas el seudónimo—, Homero era un post freudiano trasnochado que se la pasa analizando las palabras que usamos y lo que representan. Sus obsesiones eran la etimología, y demostrar que lo que hacemos o somos va más allá del intelecto… que es algo ancestral incorporado al ADN. Yo pienso que era un verdadero pelotudo.

Según él, si a cualquiera lo empujan… un poco apenas… puede cruzar esa línea invisible entre la razón y la locura, y convertirse en uno de nosotros. Pide no culpabilizarse por esta conducta. Pero decididamente nos tildaba de locos. No estoy de acuerdo. Soy consciente de lo que hago.

María se sintió mareada. Es lógico, bebió un par de copas del Reserva… Se largó a llorar… Gemía y decía que hay fantasmas que la acosan… Era bastante ridículo. Confesó que nunca ha dicho la verdad completa sobre su adicción… Nos miramos entre todos… y se produjo un silencio. 

De inmediato reconocimos en su confesión, la tácita e implícita de todos: no somos sinceros.

María se tapó la cara de vergüenza. Homero le pidió que continuara hablando… dijo que estamos para escucharla. María abrió un ojo y miró de lado… desconfiada. 

—Siento palpitaciones —y se tocó el pecho. Tuvo dificultad al respirar. Recordó que eso mismo dijeron sus padres antes de morir.  Que los miró… los sonrió y ya no pudo dejar de reír. Aquel té hizo efecto de inmediato. Primero mareos, luego palpitaciones, después visión borrosa… Por fin, la asfixia.  Así se liberó de ellos.

Homero la abrazó y la felicitó. Aplaudimos. Jamás, había hablado de sus padres. Eso era un avance. 

—Bravo María… cortar lazos familiares es lo más difícil… no todos tuvimos tu fuerza de voluntad —Homero levanta la copa y propone otro brindis—: ¡Por Mabel y por María!… que hoy se liberó de un gran peso.

Al brindar, los acompaño en el gesto. Soy abstemio.

Joaquín pidió a Homero que abriera las ventanas. Es verdad… Hacía un poco de calor allí dentro. María, luego de su confesión, en lugar de relajarse… se puso rígida. Ella y los Rumanos, cayeron recostados sobre la alfombra y entraron en un profundo sueño aletargado. Micaela acababa de vomitar… Homero se agarró del respaldo de una silla para no caerse… pálido y un poco tambaleante. 

Micaela tenía la visión borrosa, se sentía mal. Joaquín la sostuvo por el brazo y la acompañó hasta el baño. Él también estaba mareado, pero seguía caliente con ella… En lugar de ayudarla, aprovechó la oportunidad y comenzó a manosearla… la toqueteaba por debajo de la falda. Ambos tuvieron una relación hace algún tiempo, antes de que Joaquín asesinara a sus tres hijas. Micaela pidió que la dejara en paz echándolo de lado, pero el gordo era un violento… No le importaba nada… Le arrancó las bragas… 

Asumo que hizo exactamente lo mismo con sus tres niñas… Imagino que esa secreta imagen en su cabeza, esa perversión desquiciada, lo acompañaba permanentemente y lo excitaba aún más. Micaela lo empujó. Joaquín cayó al piso. Quedó de espaldas como cucaracha mientras ella, de un salto, se le montó sobre el pecho. Apretó con fuerza sus muslos contra su cuello, restregando su vagina en la cara de Joaquín.  Se burlaba de él… Le dijo que es un “pito fácil”, un pobre imbécil despreciable… Joaquín lucía desesperado… pero comenzó a lamerle el coño. Por asco… o porque el veneno recorría sus venas rompiendo los nexos de la razón, Micaela le vomitó encima y se rio.  Él la insultó… pero ya nada importaba. Entraron en pelea. Homero aplaudía. No intervino… los dejó jugar… Se sentó enfrente mío… e hizo seña como que eso es cosa de ellos… no debíamos darle importancia.  Me alargó su copa y la llené hasta el tope. Quiso coger una empanada pero no pudo. Su mano quedó en el aire suspendida.  La parálisis estaba atrofiando sus músculos de la columna y parte del rostro. 

El historial de abusos de Micaela era más largo que su existencia.  En su forcejeo, clavó la horquilla que sostenía su negra cabellera en la yugular de Joaquín. Micaela rio y lanzó un alarido liberador…

El alcohol desinhibe a las personas. Así como la música aplaca a las bestias. Con el alcohol es más fácil romper el umbral y dejarse llevar por el instinto animal.  

Joaquín se desangraba… Homero se le echó encima. Le colocó un almohadón sobre el rostro… y se sentó sobre él. Hizo presión para asfixiarlo.  El cuerpo de Joaquín dio sus últimos estertores. Micaela observó a Homero, le tiró un beso y le ayudó a empujar hacia abajo… ambos rieron, se miraron… se tocaron… estaban bañados en sangre…  pese al vómito… se lamían como perros heridos… En cuestión de minutos, estarían muertos. Yo recogí los vasos y las botellas en una funda, para luego incinerarla.

Esta es la primera vez que uso bótox… Inyecté esa toxina botulínica en las botellas de vino a través del corcho. Lo hice con cierta desconfianza… a decir verdad jamás pensé que fuese tan efectivo. Lo que más lamento es haber arruinado el delicado buqué del Chateau Latur.  Pero… igual,  esta gente no sabía nada de vinos.

Nuestra moralidad está sostenida por clichés…. Los filicidios de Joaquín: ¿Fueron actos abyectos? ¿Execrables?… Sí y no. Fue un impulso volitivo. Él no pudo no hacerlo.  Era perverso. Para un asesino, la muerte es algo gratificante y placentero. Esa dopamina deberían probarla… 

Mi turno: vi a Mabel en una clase de la preparatoria y me enamoré.  Un lío… porque no me gusta mezclar el trabajo con el placer. De inmediato gocé cada momento compartido pensando cómo le daría una muerte apacible… Una muerte delicada. Digna de su belleza. Pensé largo tiempo la mejor forma de quedarme junto a su cuerpo mientras moría… sin dejar huellas. Sin despertar sospechas.  

Cierto día, me confesó que sin quererlo, había cometido un doble homicidio. Recalcó que fue “un accidente”.  Me pregunté, por qué dice accidente cuando admite doble asesinato. Por supuesto le creí. Lo dejé pasar. Estaba enamorado. 

Descubrió que él la engañaba con su madre. Tenía apenas trece años.  Es fácil enamorarse a esa edad… Para un padrastro joven relativamente sencillo seducir a una niña… engañarla para aprovecharse de ella.  De todos modos, cualquier cosa que haya hecho Mabel, seguramente fue en defensa propia.  Al verlos juntos en la cama, Mabel se obnubiló. No estaba preparada para ver el sexo desde esa perspectiva. Sintió que la estaban dejando fuera de juego. Fue su madre quien la había metido en esa cama, junto a él… solo para complacerlo. Abusaron de su inocencia… Aquella rabia le creció como una súbita inundación… Decidida… tomó de la gaveta el 22 corto de su padre y les disparó. Primero a la madre. Al padrastro no lo mató con el primer tiro. Él se abalanzó para detenerla y ella hábilmente le entregó el arma. Él la miró extrañado… y tomó el revólver… Atónito… entonces ella, dándole un beso en la mejilla… con su pequeño dedo apretó la otra mano tirando del gatillo. La mandíbula quedó hecha trizas.

El 911 acudió a la llamada de auxilio de la niña. La policía encontró a los cónyuges en actitud de forcejeo. A la inocente niña al borde de la cama matrimonial. Aparentemente, el hombre primero mató a su mujer para después suicidarse. Así figuró el informe.

No sé porqué me contó esto. Su confesión, fue importante para mí. Quizás necesidad de una imagen paterna… tal vez… Pensar que ella había asesinado a alguien por amor o por deseo reprimido me puso furioso. Fue cuando entendí, por celos… o por no sentirme el primero en su vida… tenía mi motivación para matarla. Pensé en confesarle mi hallazgo, pero decidí no hacerlo.

La invité al grupo. Aceptó. Al parecer su ira descontrolada, era una constante en sus relaciones. Como es lógico… las reglas del grupo impedían que me acercara. 

Después de ahogarla, apenas si estuve con ella diez minutos inolvidables. Los mejores de mi vida… lo suficiente, antes de que el rigor mortis se apoderase de su cuerpo, llevándose su fragilidad.  Al salir de la bañera corté rápidamente sus venas, y su sangre fluyó sin dificultad. Abandoné su tierno cuerpo… Es difícil mantener una fantasía intacta en estos días.  Confieso que nunca había matado con un propósito verdadero. Mabel fue mi primera vez.  

El grupo sabía que la conocía, pero ya no queda nada vivo que me conectase con ella. 

Joaquín, Micaela, María, Homero y los Rumanos tuvieron lo que merecían: una muerte inesperada. 

Yo gané otras seis estrellas y una coartada perfecta.  

Por cierto… con todo esto olvidé presentarme, decirles mi nombre. Pero prefiero callarme.


Daniel Pezzi Gorriarán

Escultor. Ha estudiado Bellas Artes, Semiótica y Ciencias de Comunicación Visual. Fue docente y titiritero. Trabajó como redactor creativo para proyectos corporativos. Ha creado diferentes campañas publicitarias para distintos países y diferentes culturas, realizando storylines o guiones en cortos y largos metrajes. Escribe mucho y lee poco.

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