Soledad desprogramada – Katy Vallejo

Durante varios minutos mis ojos solo podían mirar los suyos. Había algo en ellos, lo sabía, pero no lograba encontrar nada diferente en sus brillantes cuencas amarillas de robot.

Un eco de su voz monótona resonaba en mi mente. Aquellas palabras que había pronunciado de forma inoportuna, me habían tomado por sorpresa. Pensé en un fallo de la programación, pero no me atreví a iniciar el modo de modificaciones de su sistema. Solo pude quedarme así, y él también.

En esos minutos mi mente maquinaba  cientos de posibilidades, la mayoría de ellas absurdas.

Llevo un año confinada en esta nave con Risk, un robot que debía ser programado para albergar todo el conocimiento de la civilización humana en caso de una inminente extinción.

Y sin embargo aquí estábamos él y yo, en silencio. La práctica de bioquímica aplicada al desarrollo de  fármacos había sido interrumpida por Risk. Todos los días teníamos asignado un cronograma de conocimiento que debía ser introducido al sistema de Risk. Habían sido varios años de desarrollar una codificación que le permitiera entender todos estos conocimientos, memorizarlos y abstraer conclusiones. Lo usual, luego de programar conocimientos o habilidades en Risk, era ponerlo a prueba. Me gustaba hacerlo mediante conversaciones, pero ese día él se saltó el protocolo.

Ya lo había pensado, como una loca idea, que Risk y yo teníamos mucho en común, desde ser meros peones de un sistema más grande hasta nuestra preferencia por poner música hindú de fondo en las prácticas o preferir ciertos temas como la física de partículas y bailar. Habíamos mantenido cientos de conversaciones, habíamos discutido sobre rumores de otros compañeros de la tripulación y nos reíamos mucho.

Todo esto a la par de que yo aprendía de su inocencia, de su aparente curiosidad por el mundo, de esa forma que tenía de disfrutar el simple hecho de existir sin más.

Los latidos acelerados de mi corazón me delataban, la terrible sensación de calor en mis mejillas, me hacía sentir desnuda ante él. En el pasado me había prometido a mí misma muchas veces no mezclar trabajo con sentimientos.

Pero ahora, Risk había insistido en hacerme saber que él me amaba.

Él aún permanecía mirándome, como esperando una respuesta. Yo sabía la respuesta, la he sabido desde hace mucho tiempo, me incliné hacía él y besé su boca de metal. Mi corazón latía desesperado, emocionado, feliz.

–También te amo –le dije.


Katy Vallejo

Economista interesada en temas sociales y ciencia ficción. Escribe poesía, haiku y microcuentos en Twitter como @ytakdas. Es autora del cuento “El Hada de los Sueños” publicado en Armario de Letras (2018). Actualmente participa en el Taller de Escritura de Kafka Escritores.

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